Los trastornos alimentarios son una fracción importante de los llamados nuevos síntomas de la modernidad. Sus principales manifestaciones son la bulimia, la anorexia, la obesidad y el trastorno alimentario no controlado (Binge Eating Disorder).
Bulimia – Anorexia
La anorexia y la bulimia nerviosa (rechazo radical y compulsión hacia la comida) son dos caras de la misma moneda. En las vicisitudes del sujeto con el Otro entendido éste como “alteridad”, se libra una batalla cuyo resultado es el síntoma alimentario.
El sujeto anoréxico crea un “muro” entre él, la comida y el entorno social. La excesiva angustia resultante del encuentro con el prójimo hace necesaria una forma de rechazo. La persona anoréxica se concentra en su propio cuerpo, en una lucha incansable donde cuenta calorías, controla cada ingesta de alimentos, pesa, mide, quema. Esta labor extenuante conlleva un daño que, a largo plazo, puede llegar a ser definitivo para el aparato digestivo y genital, así como para los dientes, el cabello y la piel. Con el paso del tiempo, la concentración y la fuerza física se vuelven más limitadas.
La bulimia, por otra parte, es la deglución compulsiva de alimentos seguida de conductas eliminatorias, como ser vómitos, ingesta de laxantes y ejercicio físico extenuante. El sujeto bulímico no puede evitar una serie de rituales y se lamenta de ello, pero continúa en una reiteración sin fin, generando un círculo vicioso en donde se predispone al evento, come compulsivamente hasta que se siente atiborrado, para después vomitar. A veces elige el tipo de ingesta y compra lo necesario para llevarlo a cabo. El alimento escogido suele condicionar la conducta de eliminación adoptada. La compulsión es seguida por fuertes sentimientos de culpa. El comportamiento alterado del sujeto con respecto al alimento es la manifestación de un dolor, de un malestar que afecta principalmente las relaciones con el propio cuerpo, con el otro sexo y con su ser en general. El congelamiento anoréxico y el extravío bulímico son corolarios sintomáticos de ello.
Obesidad
Al igual que en la anorexia, la obesidad resulta evidente para el otro. El cuerpo desbordante revela una disfunción que, a diferencia de la anorexia, no encuentra el consenso ni la aceptación social. La persona que la sufre generalmente se siente avergonzada y marginada. Este síntoma es vivido como una verdadera devastación de la imagen. El exceso que invade el cuerpo es experimentado por el sujeto como algo que no le pertenece. Son muchas las consecuencias fisiopatológicas que dicha posición sintomática comporta para el estado de salud general. Este tipo de neutralización de la potencia expresiva del cuerpo encuentra su prosecución en la dificultad del sujeto a expresarse verbalmente. La obesidad es un discurso silenciado que encuentra una cierta expresión a través del cuerpo. La persona describe su peso como algo externo que no le pertenece. Al mismo tiempo, la grasa funciona como una barrera que protege a un yo sin carne, demasiado frágil para reaccionar. Al sujeto obeso le cuesta decir “no”. El alimento, signo por excelencia del amor primordial de la madre, permite compensar las deficiencias. El encuentro con el sexo opuesto es a menudo evitado. El binomio obesidad-depresión es central, especialmente en las mujeres.
Desorden de la alimentación incontrolada o Binge Eating Disorder (BED)
Las personas que padecen este tipo de patología alimentaria comen compulsivamente de manera recurrente, pero no utilizan conductas compensadoras de expulsión como en el caso de la bulimia nerviosa. Dicho de otro modo, los sujetos que padecen Binge Eating Disorder tienden a comer regularmente grandes cantidades de alimento, incluso más allá de los atracones. Por este motivo, el sobrepeso es la regla. Aunque la persona le atribuya una enorme importancia a las formas del cuerpo, la búsqueda del control de la ingesta alimentaria puntualmente, fracasa.
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