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El lenguaje y la tipificación de los trastornos mentales tienen como finalidad facilitar la comunicación entre profesionales de la Salud Mental dentro de un sistema de trabajo. Son necesarios para el abordaje interdisciplinario de la persona que sufre. En la actualidad, esta demarcación parece superada.
Las categorías psiquiátricas irrumpieron en la jerga cotidiana al punto tal que los propios pacientes o sus familias las utilizan para indicar los problemas que dicen padecer. Esta exacerbación del uso de la terminología también llegó a los medios de comunicación. No hay pregunta sino asertividad. Periodistas, columnistas e invitados lejanos a la profesión emiten diagnósticos en noticieros y programas de opinión con una seguridad impactante.
En tiempos recientes, estas expresiones comenzaron a oírse también en el Congreso de la Nación. Legisladores de distinta proveniencia política utilizan a los trastornos psíquicos como epíteto para insultar o descalificar al otro, por ejemplo:
“En serio… Deberías buscar asesoramiento médico para no decir barbaridades y buscar un buen psicólogo… ¿O tal vez, un buen psiquiatra? Lo necesitás” (Ex presidente Cristina Kirchner al presidente Milei, Red social X, 4 de febrero 2025).
“Es una persona enferma, no resiste un psicotécnico” (diputado José Luis Espert sobre Cristina Kirchner, El Cronista, 15 de febrero de 2024).
“Solo un desquiciado puede aumentar un 1.200% las tarifas de energía (…) Solo a un enfermo mental le da placer dejar sin comida a su pueblo, y tener el nivel de crueldad que ostenta el mandatario” (senadora Cristina López sobre el presidente Javier Milei, Página 12, 12 de junio de 2024).
“¿Qué hacemos con los que pusieron a Alberto (Fernandez) como presidente del partido (justicialista)? ¿Los mandamos también al psiquiátrico?” (senador José Mayans en respuesta a los dichos de la expresidenta Cristina Kirchner, Infobae, 27 de agosto de 2024).
“Martin Menem [presidente de la Cámara de Diputados] tiene un psiquiátrico en el bloque” (diputado Rodrigo De Loredo sobre el bloque de La Libertad Avanza, La Nación, 4 de septiembre de 2024).
Desde el punto de vista específico de la psicología, la cuestión diagnóstica se referencia en las palabras de Freud (1917: 246): “No queremos simplemente describir y clasificar los fenómenos sino concebirlos como indicios de un juego de fuerzas que se desarrolla en la psiquis, en una expresión de tendencias orientadas hacia un fin, que operan juntas o una contra la otra”.
Una de las causas del debilitamiento del lenguaje diagnóstico propio del ámbito clínico – psicoterapéutico se debe a la proliferación, en los últimos años, de un sinnúmero de psicoterapias alternativas de dudosa formación que prometen soluciones para una diversidad de conflictos psíquicos. A ello se le suman los coaching, counseling y grupos de autoayuda. En la práctica, las respuestas ofrecidas sumergen a quien demanda asistencia en un laberinto de espejos donde todo puede ser y no ser. De alguna manera, el malestar es nombrado y eso para alguien que sufre no es poca cosa; se le otorga a la persona una nominación, un nombre con el cual identificarse. Es un “saber” proporcionado de forma inmediata, sencilla y sin ambigüedades que luego se fusiona con el lenguaje común.
Cada vez es más frecuente que un sujeto le diga al psicoterapeuta o al psicoanalista que está deprimido, ansioso, con ataques de pánico, que es tóxico dependiente o fóbico. Pero ¿cuál es el verdadero significado de esos términos?; ¿cuáles son las vivencias propias y únicas de esa persona y por qué se presenta de ese modo? Los pensamientos, experiencias, afectos y motivaciones se simplifican bajo el sistema de clasificación escogido. Por lo general, si el psicoanalista lo cuestiona, la persona pierde el sentido narrativo de su malestar. Esta modalidad aliena al sujeto a su propio sufrimiento llevándolo a hablar de sí mismo a través del filtro de esas categorías diagnósticas, de las que “escuchó hablar en la tele o por ahí”.
La banalización mediática conlleva la creación de slogans que por definición son superficiales, diseñados para causar impacto y facilitar una rápida identificación. Captan la atención por su simplicidad y se difunden fácilmente convirtiéndose en herramientas ideales, tanto para los medios como para la política. El impacto negativo de esta simplificación reaparece en el tejido social y alimenta posiciones subjetivas que dejan por fuera la introspección.
Lic. Rosana Alvarez MullnerREFERENCIAS
-Freud, Sigmund, Conferenze introduttive alla psicoanalisi, 1915-1917, Bollati Boringhieri.
https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-desafortunado-sos-psiquiatrico-como-forma-de-insulto-nid03102024/
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