Los fantasmas masculinos en el film Ex-Machina y la actualidad

Film Ex-Machina
En la contemporaneidad resulta indispensable esforzarse para situar entre las formas engañosas de lo nuevo, el retorno de lo mismo. Lo más genérico del fantasma masculino continúa a presentificarse a veces camuflado bajo las vestes de lo socialmente aceptado y otras incluso como lo anhelado por provenir del discurso científico, como en el film Ex–Machina. En la trama se esbozan significaciones en relación a la mujer, encarnadas en un androide y como resultado del avance de la ciencia.

En torno al ginoide AVA se articulan generalidades de tipo fálico que, junto a las derivaciones fantasmáticas del amor y del deseo, se entrelazan en un guion cinematográfico que no se aleja de las respuestas masculinas clásicas, en particular las fantasías de control y poder, del encierro de la esclavizada, de la peligrosidad de la mujer libre y sin escrúpulos. Los protagonistas son en definitiva un varón, una mujer y el tercero. La entera historia está atravesada por las consecuencias de la opacidad del goce femenino que conlleva el gravamen de la idea masculina de femineidad y el modo de reaccionar ante ella. El guion porta el sello de lo que se repite estructuralmente en la relación entre los sexos, pero con la introducción de las supuestas opciones que ofrece la modernidad. Nos serviremos del film para dilucidar algunos comportamientos que continúan aun hoy.

Indicios en la historia del film

Alrededor de los 12 años Alex Garland, director y guionista del film, recibe una computadora como regalo de sus padres iniciándose prestamente en la programación. Los interrogantes surgidos en torno a la posibilidad de autonomía futura de las máquinas, lo conducen a la lectura de libros sobre el argumento y a la posterior escritura del guion.​     Ex-Machina narra la historia de Caleb, un programador de la empresa Bluebook quien recibe como premio la invitación de Nathan, presidente de la compañía donde trabaja. La propuesta es realizar el test de Turing a un androide con inteligencia artificial. Originalmente dicho test evalúa la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente similar al de un ser humano o indistinguible de éste. Para ello el evaluador analiza conversaciones textuales entre los diferentes participantes sin saber cuál de las respuestas es generada por una computadora. La prueba resulta exitosa cuando éste no logra diferenciar las contestaciones del aparato de entre las otras. Pero Caleb interacciona con AVA sabiendo que se trata de un androide. Nathan en realidad pretende constatar si ha desarrollado algún tipo de conciencia más allá de lo programado, visto que AVA nace de un acoplamiento universal optimizado de información a fin de lograr prestaciones, expresiones faciales y lingüísticas superiores. Este ideal alcanzado lo lleva a especular sobre potenciales evoluciones no controladas, encontrando en la posibilidad de engañar a un humano, la prueba de ello. A tal propósito Caleb y AVA inician conversaciones donde el androide efectivamente bromea, se viste para él y fantasea con la idea de estar juntos fuera de la casa de donde nunca ha salido, mostrando deseos y pensamiento autónomos. Por otra parte, la sexualidad de AVA instaurada por Nathan incomoda a Caleb, que se siente atraído por ella y descree de sus tentativas de seducción. En resumen, la mujer, la serie, el ideal y el engaño son elementos inaugurales y organizadores de la trama.

El poderío de la creación

La acepción principal del nombre AVA es “vida” que por su cercanía semántica remite necesariamente a Eva, primera mujer proveniente del hombre. De hecho, el versículo del Génesis reza: “De la costilla que Dios había tomado del hombre formó una mujer y la trajo al hombre”. Indudablemente las religiones, empezando por la judeo-cristiana, contribuyen desde siempre con sus plataformas ideológicas en el discernimiento sobre qué es una mujer, su necesario sojuzgamiento y la coartada de la puesta en acto de fantasmas masculinos. En la actualidad, la evolución del mercado glorifica al hombre creador de la ciencia quien, al igual que el protagonista del film, fabrica con su producción nuevos deseos, justificando potenciales abusos en pos de la búsqueda del placer y del progreso.   Marx debatía sobre “la riqueza de las necesidades humanas” por las que se organizan nuevos modos de manufactura y se crean diferentes objetos que reafirman la potencia de la esencia del individuo. Las imágenes, el lenguaje, los medios de comunicación y el avance tecnológico son el humus asimilado por el inconsciente que también alimenta un mundo quimérico. ¿Cómo no tentar entonces de ocupar el lugar de Dios a fin de crear a La mujer del ideal masculino? AVA es la síntesis de ello. Las necesidades instauradas por la contemporaneidad direccionan al sujeto hacia la obtención de nuevos goces sostenidos en el desencuentro con el Otro sexo, el de carne y hueso. En el film la intervención de la ciencia resuelve a través de paliativos las derivaciones de la no-relación sexual[1]. La mujer-androide como tipo ideal resulta del progreso necesario e inevitable que, sin embargo, en caso de desarrollar una conciencia podría salirse de control. Elementos todos muy presentes en la lógica patriarcal y base estructural de la película.

La pregunta por lo femenino y el encierro

Lo que el hombre teme de la mujer es aquello que no puede ser pensado por él. Lo femenino se le instaura como una pregunta, como algo misterioso que escapa a su entendimiento y más aún, lo intuye como radicalmente diferente. Se podría decir que el interrogante freudiano ¿qué quiere una mujer?, inaugural para el psicoanálisis, nos muestra el camino. Efectivamente, existe una diferencia radical que se localiza en relación al goce. Una vez establecido que el régimen del goce en cuanto tal es femenino, que permanece por fuera de la regulación fálica, más allà del Edipo y no limitado por el Principio del Placer, se deduce lo inquietante y perturbador que pueden resultar sus diferentes manifestaciones para un sujeto masculino, que se encuentra regido por otra lógica. Aquello que no consigue explicarse puede ser percibido por el varón como algo ingobernable y peligroso que posee la mujer, o “la posee”, incluso más allá de ella misma. El encierro de los cuerpos femeninos como respuesta histórica a ello, se puede pesquisar en diferentes culturas. El confinamiento forzado y sus condicionamientos, en particular la incomunicación y el sustraerse de la mirada social encuentran en Ex-Machina una variante del mismo discurso. En todo caso no es necesario hacer alusión a mundos lejanos como el árabe para toparse con el encierro como solución imaginaria, a fin de acotar la opacidad del goce femenino. En junio del 2019 un diario del interior del país reporta la historia de una mujer que pasó más de 20 años en cautiverio. Lucía logra escapar de la casa de su pareja cuando en un descuido, el captor olvida colocar uno de los candados que trababan comúnmente la puerta. Si la libertad es la capacidad de actuar y pensar conforme a la propia voluntad sin que algo o alguien la circunscriba, el problema sigue girando en torno al misterio de lo que quiere una mujer. Por lo general el hombre que percibe la autonomía de las mujeres como una amenaza, a fin de evitarla, concibe diferentes soluciones.   Siguiendo el mismo hilo conductor aunque en el otro extremo, se encuentra la poliandria. En algunas comunidades tibetanas del Himalaya es posible establecer vínculos entre una mujer con dos o más hombres. Las fantasías occidentales que imaginan la consumación de este tipo de matrimonio como destinado al incremento del goce sexual femenino van en dirección opuesta a su verdadera motivación, puesto que en realidad tal unión se arroga el propósito de su limitación. El libro de Ricardo Coler Mujeres de muchos hombres lo puntualiza:
…Estaban convencidos de que una mujer sola y librada a su voluntad era capaz de cualquier cosa, que si no había un hombre cerca para controlarla podía convertirse en un mastín tibetano del reclamo, la venganza o el erotismo (p. 142).
  Existen igualmente teorías que explican la poliandria como el resultado de la elevada cantidad de hombres respecto al número de mujeres en ciertas sociedades, pero no coinciden con los testimonios recabados en el libro citado. Los hombres casados que fueron entrevistados eran generalmente hermanos, que a fin de no dejar a una mujer librada a sí misma, se alternaban en sus obligaciones maritales. Otro tipo de encierro.

La metonimia de lo superponible

Si hay algo que ha preocupado al ser humano son las cuestiones relacionadas con el sexo y el amor. El desequilibrio producido por el deseo de un hombre hacia una mujer o aquel que ella pueda experimentar hacia él conducen en muchos casos a fantasías de poder, control y degradación que en la trama del film Ex–Machina encuentran viabilidad argumental a través de una estética elegante y un discurso científico evolucionista entrelazado a una asepsia emocional y a la pornificación de la sexualidad masculina.   En el guion, el androide condensa las más altas características cibernéticas obtenidas hasta el momento, para luego ser sustituido por un modelo optimizado. El siguiente contará con la memoria y los datos del anterior, además de cargársele nuevas rutinas de mejoramiento. Sin embargo se pierde la personalidad, en este caso, de AVA. Es lo que Caleb descubre en el armario de Nathan: una serie de androides inermes que perdieron interés para quien los concibió. Para Nathan la creación de AVA y su posterior sustitución por un prototipo más avanzado es lo inevitable de la evolución de la ciencia. Una metonimia infinita que devela la estructura de lo superponible como otra manifestación de los fantasmas masculinos clásicos. El film devela una constante detectable en un tipo de relación establecida con el otro sexo: aquello que tiene un puesto fijo en el inconsciente es en realidad lo que puede ser reemplazado [f(x)]. En Ex-Machina la justificación de la metonimia es la evolución de la ciencia, aunque permite pensar además lo femenino encarnado en el androide como factor regulable y previsible de un cálculo fantasmático en la relación entre los sexos. El significado del término metonimia es ir más allá del nombre, que en el film representa ir más allá de la particularidad del androide, de aquello no contabilizado que puede ser descartado por la ciencia.  En la lógica capitalista contemporánea, el deseo no se reprime sino que es reconducido a niveles donde la compulsividad es reabsorbida como forma de control: todo se puede comprar o crear de la nada. Según esta ideología se podría pensar que la invención de un androide hecho a imagen y semejanza evitaría la mercantilización de mujeres en la obtención del placer inmediato. En este caso, la misoginia resulta tamizada y disfrazada por el discurso científico. En la misma línea, la vigencia del texto freudiano Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa indica que las formas más diversas de idealización se combinan perfectamente con la degradación, que en Lacan se encuentran en el Seminario XX bajo la conceptualización de la difamación de la mujer. Lo que aparece negado en “la metonimia de lo superponible” es el acontecimiento amoroso.  

Lo peligroso del amor y del deseo  

Sabemos que el deseo cuesta, no es cómodo y siempre se requiere pagar por él de alguna manera. En algunos casos, el imaginario masculino da entidad a supuestos peligros resultantes de la idea de quedar a merced del otro en la contingencia del deseo y del amor. Esta posición en el fantasma fragua toda una serie de fórmulas de preservación o más bien maneras de no involucrarse con la mujer que pueda potencialmente conducirlo a tal situación, en caso de sentirse tocado por ella. El temor a perder el ser en esta coyuntura, perpetúa al hombre en una posición que lo “resguarda”. El blindaje protector se presenta de múltiples maneras, donde la sexualidad femenina resulta siempre modulada desde lo masculino. En dicha perspectiva discursiva la mujer no viviría su deseo sino como soporte más o menos complaciente para la actuación de los fantasmas del hombre. Algunas de estas construcciones se presentan bajo la constelación de la pasividad, la propiedad, el cálculo, del relacionarse con una mujer que en realidad no se desea o eventualmente, de vincularse con aquella que no lo haga sentir inadecuado. Existen ciertas posiciones subjetivas masculinas y femeninas que los personajes de Nathan, Caleb y AVA permiten considerar. La socialización de la cultura y los distintos sistemas de opresión de lo femenino ejercidos desde siempre, generan estereotipos de peso en el inconsciente. La marca fálica sobre las mujeres es una resultante de la interacción con sus progenitores, maridos o proxenetas, que afirman su valor de uso o intercambio y sus correspondientes reglas.   La pasivización encarnada en los androides y su ulterior desobediencia es transversal a la trama del film. Si llevamos el tema a nuestra cotidianeidad, queda planteada la pregunta sobre aquello que sobreviene cuando una mujer no actúa las mascaradas que se esperan de ella, cuando no es complaciente con el deseo del hombre o cuando no desea solo lo que él desea. La ilusión de propiedad -el matrimonio, “ser la mujer de”- puede en algunos casos apaciguarlo, aunque éste sienta igualmente la inminencia de la pérdida de control con la consecuente necesidad de verificación sobre dicha mujer, como algo que le pertenece “en cuerpo y goce”. Por otro lado, el concepto de propiedad es bastante ajeno a lo femenino. El goce de la mujer lleva irremediablemente al fracaso en los cálculos.  En el film, AVA demanda su libertad lo que inmediatamente la aleja de la finalidad para la cual fue creada. Resulta impensable que el deseo de libertad no provoque angustia en un sujeto como aquel personificado por Nathan. Ciertos hombres asocian la autonomía de la mujer a un engaño potencial o a imprudencias que pueda cometer, por lo que convendría encausarlas en aspiraciones más sensatas, a punto, las del hombre.   El film permite observar un imaginario tejido en torno a lo femenino y a las consecuencias negativas que podría sufrir un hombre deseante de una mujer en particular. AVA huye sola luego de dar muerte a Nathan y encerrar a Caleb. El autor articula temas aún muy presentes en el entramado social que se perpetúan, según esta ficción, en un futuro de las relaciones humanas. ¿Cómo lograr que el hombre no se preste solo a la condición fetiche del goce en la mujer y se deje tocar por lo que hay de ilimitado en cada una, abandonando el temor a ser devorado por un otro que desea? La apatía en las relaciones es uno de los corolarios de aquellos que “se preservan”. En este universo todavía masculino, Luce Irigaray, ya en la década del treinta, propone una lectura esclarecedora:
  El rechazo, la exclusión de un imaginario femenino pone, en efecto, a la mujer en una posición en la que solo puede experimentarse fragmentariamente, en los márgenes poco estructurados de una ideología dominante, como residuos o excesos de un espejo cargado por el sujeto (masculino) para reflejarse, repetirse a sí mismo en él (Irigaray, 2017, p.22).
   
  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS [1] En el plano de la relación sexual no puede producirse la reunión del sujeto con ese objeto que daría la sensación di “ser Uno con el Otro”. Es por ello que como provocación Lacan afirmaba che “no existe relación sexual”. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. Coler, R. (2014) Mujeres de muchos hombres, ¿Cómo son?, Buenos Aires, Planeta.
  2. Freud, S. (1992) Cinco conferencias sobre el psicoanálisis, Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci y otras obras, Voll XI, Argentina, Amorrortu ed.
  3. Irigaray, L., (2017) Ese sexo que no es uno, España, Akal.
  4. Lacan, J. (1995) Aun, El Seminario libro XX, Argentina, Paidós.
  5. Miller, J.A. (1998) El hueso de un análisis, Argentina, Tres haches.
  6. Diario El país (última visualización: agosto 2020) https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/vivio-mas-20-anos-cautiva-su-pareja-y-recien-ahora-logro-escapar-n2503085.html?fbclid=IwAR12CEQfL9mIueObdSOlcuABL7wZKd-4-vMNxIqQHE78lxGEU47-YuNibBM