Concurso y decurso
El encuentro con el artista fue precedido por la visita a las salas centrales del Centro Cultural Recoleta en las que Roberto Cortés guiaba a los visitantes deteniéndose en cada cuadro. Más tarde conversamos sobre su producción, su historia y los pormenores del concurso que lo llevó a la realización de la muestra. La adhesión a la iniciativa fue antecedida por la noticia del padecimiento de una enfermedad con decurso complicado. Su decisión de seguir adelante y celebrar la vida a través del arte dio lugar al título de la muestra.
Los diferentes cuadros contienen personajes de su historia personal enlazados en una imaginería que los ilustra interviniendo en su proceso de curación. El tratamiento médico paralelo a la producción artística, fragmenta la muestra en ejes temáticos. El primero contiene los signos premonitorios de la enfermedad. Algunas obras ejecutadas con anterioridad develan, según Cortés, lo que sucedería respecto al padecimiento. La solución redentora es el último eje del recorrido. En todo caso, aunque desde el arte no resulte posible pensar en una exégesis, la interpretación de la interpretación consiente entender su propuesta. No hay realidades últimas más allá de aquellas en las que el sujeto se atreve a creer. En este sentido Cortés, luego de recibir la noticia de la enfermedad, relee y resignifica su trabajo para crear otro orden.
Lenguaje y estructura
La obra de Cortés transita una zona intermedia entre el texto y la pintura. Las imágenes incitan al espectador a efectuar un esfuerzo de composición e invitan a reconocer su iconografía, articular o desarticular ficciones posibles y de alguna manera, introducirse entre las representaciones. Las imágenes de cada cuadro se vinculan circularmente en historias diferentes según el visitante que las observa. La realización de los personajes es antecedida por un estudio minucioso. La construcción del boceto y posterior obra final comporta, como en un guión cinematográfico, la elaboración de la imagen a través de recortes de revistas y fotografías tomadas por el artista. “En muchos de los cuadros incluyo a mis afectos, a la gente del vecindario. Suelo salir en bicicleta y fotografío escenas que luego formarán parte de una tela”. Todo se superpone en el cuadro. Explica: “Existe una narración a veces anárquica dentro del lienzo, otras, más estructurada. La idea puede partir de una frase o de una abstracción. Son muchos los caminos”. Sus personajes, al igual que en la tragedia, aparecen como entidades diferenciadas que actúan en forma independiente. En las distintas escenas cada uno está provisto de su propia dimensión psicológica. Cortés, al igual que el artista trágico, no soslaya lo misterioso y terrible de la vida sino que lo considera inspirador, casi dionisíaco. El resultado es un collage urbano con mucho de barrio y farándula argentina. De hecho, en un mundo con más ídolos que realidades sus obras, colmas de figuras famosas pertenecientes al imaginario colectivo local muestran al espectador su propia mitología. La particularidad de estos iconos es su asimilación al universo de lo cotidiano, atravesados por las vicisitudes de lo humano. Así encontramos a Susana Giménez que sale de una casa inundada, a Borges como almacenero y a Passolini partícipe de una manifestación por la libertad junto a María Calas, Charly García y otros. Un mundo poético real para el autor.
Signos de un realismo mágico
Nietzsche señala que ningún signo es en sí mismo una constatación inocente sino que constituye, supone una interpretación (1975, p. 31). A pesar de lo figurativo de la obra de Cortés, ésta prueba que el signo no puede ser fijado sino en una coherencia que pertenece solo al artista y por lo tanto es interpretable únicamente a través de su discurso. En sus composiciones se dilucida a medias lo que enmascara y revela. Su hermenéutica pareciera basarse en la asunción valerosa y bizarra de las vicisitudes de la vida. Para caracterizar la obra se sirve de una definición utilizada en literatura: el realismo mágico: “Me gusta que la pintura cuente un cuento, que el espectador pueda imaginarse historias. Es una realidad alucinada, un punto de vista fascinado, maravillado”. Se considera lejos del surrealismo aunque existan algunas imágenes de tipo onírico: “Yo hablo de realismo mágico porque siento que es lo que más se aproxima a mi obra”. Si bien la figura es literaria, logra representar su grafía. Son imágenes para ser leídas. Para el psicoanálisis, es en relación a lo real que se renueva el arte de hacer surgir el objeto. Con respecto al tema, Lacan dice:
“Ciertamente las obras de arte imitan los objetos que ellas representan. Dando la imitación del objeto, hacen del objeto otra cosa. De este modo sólo fingen imitar. El objeto está instalado en cierta relación con la Cosa destinada a la vez a delimitarla, presentificarla y ausentificarla” (Lacan, 2000).
El devenir y el ser
Cortés no considera su profesión una elección consciente sino más bien algo que se hizo presente cuando era niño: “Pinto desde la infancia, era el juego más importante para mí. Mientras mis amigos preferían el fútbol, yo recolectaba materiales para hacer collage”. Al mismo tiempo un largo recorrido de vida y formativo respalda su arte. “En los primeros años de la carrera no tenía dinero para independizarme, ahí me di cuenta que no podía desperdiciar el tiempo. Iba al teatro, al cine, hacía cursos. Atesoraba”. Kandinsky creía que debía enriquecerse internamente porque en algún momento ese espíritu aparecería en la obra. Para Cortés existe una suerte de determinismo que lo guía: “Indudablemente hubo y hay un interés especial a lo largo de toda mi vida que me lleva a dibujar, a canalizar por ese lado. Llega un punto en el que uno hace cosas y las hace de un modo en particular. Es un trabajo, una función social. Es lo que sé hacer y lo que tengo para dejar. Puedo decir apenas eso, mi modo de hacerlo”. Para Cortés, todo lo que moviliza el hecho artístico cobra una potencia inusitada, trasciende. Es el encuentro del sujeto con lo que él debe ser, que lo determina. Para Lacan:
“El sujeto tiene la experiencia del fantasma, esto es, que está animado por esa relación del deseo y que por la sola referencia de esa experiencia y por cuanto está íntimamente tejida en la obra, algo deviene posible por lo cual la obra va a expresar esa dimensión, ese real del sujeto, en tanto lo hemos llamado, en su momento, el advenimiento del ser más allá de toda realización subjetiva posible” (2013).
Por ello la obra de arte, lejos de transfigurar la realidad de cualquier forma, introduce un corte en su estructura y lo hace a través del inconsciente del artista. Un corte que va a contracorriente de los esquemas dominantes. Un evento que se repite cada vez, en este caso acompañado por el movimiento de los pinceles.
- Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- NIETZSCHE, F. (1975), El ocaso de los ídolos, Barcelona, España, ed. Cuadernos ínfimos 27.
- NIETZSCHE, F. (2011), Ecce homo, Las Palmas, España, ed. Lancelot.
- LACAN, J. (2013), El deseo y su interpretación, Seminario 6 (1958-59), Buenos Aires, Argentina, ed. Paidós.
- LACAN, J. (2000), La ética del psicoanálisis, Seminario 7, (1959-60) Buenos Aires, Argentina, ed. Paidós.
- KANDINSKY, V. (1992), De lo espiritual en el arte (1911), Barcelona, España, ed. Paidós.
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